Diario de Yucatan

Cultura

Caballero Bonald nunca dejó de ser crítico y socarrón

José Manuel Caballero Bonald, Premio Cervantes 2012, muere a los 94 años.

MADRID (EFE).— Crítico y socarrón, el poeta, novelista y ensayista jerezano José Manuel Caballero Bonald, fallecido ayer a los 94 años, era uno de los últimos sobrevivientes de la Generación de los 50 con Francisco Brines —ambos Premio Cervantes—, un insumiso para el que la poesía era curativa.

Porque siempre defendió la potencia “consoladora” de la lírica frente a los trastornos y desánimos que pudiera deparar la Historia y así lo aseguró en varias ocasiones a lo largo de su vida, como cuando recibió en 2012 el máximo galardón de la lengua castellana.

Fue Caballero Bonald uno de los artífices de la gran renovación poética que llevó al cabo la Generación de los 50, aunque a él no le gustaba el encasillamiento porque decía que eran “muletillas que utilizan los historiadores para facilitar los manuales de literatura”.

Aunque sí reconocía que a los integrantes de ese grupo les unía la lucha contra el franquismo y agregaba, socarrón hasta la médula, que estuvieron también unidos por “una tendencia similar al estimable consumo de bebidas alcohólicas”.

Publicó su primer libro, “Las adivinaciones”, en 1952 y fue galardonado a lo largo de su carrera con la mayor parte de los grandes premios de las letras que hay en España, entre ellos el de la Crítica en tres ocasiones.

“La duda, la incertidumbre son componentes ineludibles del pensamiento crítico”, decía. “El que no tiene dudas es que está muerto”.

Como novelista publicó títulos como “Dos días de septiembre” (Premio Biblioteca Breve, 1961), “Agata, ojo de gato” (Premio de la Crítica, 1975), “Toda la noche oyeron pasar los pájaros” (Premio Ateneo de Sevilla, 1981), “En la casa del padre” (Premio Plaza y Janés, 1988) y “Campo de Agramante”.

Fue autor asimismo de libros de memorias y, como ensayista y articulista, de los títulos “Notas sobre el cante andaluz”, “Narrativa cubana de la Revolución”, “Luces y sombras del flamenco”, “Luis Góngora: Poesía”, “Sevilla en tiempos de Cervantes”, “Copias al natural” y “Mar adentro”.

Poeta “discontinuo e intermitente”, como él mismo se definía, era en la poesía donde hacía principalmente su “defensa contra las ofensas de la vida” levantando la voz contra la injusticia.

Después del grito de insumisión e inconformismo que fue “Manual de infractores”, publicado ocho años después de “Diario de Argónida”, hizo gala de ese mismo espíritu en “La noche no tiene paredes” (2009), en la que se sumergía en “el abismo de la memoria” y reivindicaba la necesidad de dudar porque “el que no tiene dudas, el que está seguro de todo, es lo más parecido que hay a un imbécil”.

Y después vino su aventura más arriesgada, “Entreguerras”, publicado a principios de 2012, un poema autobiográfico de casi tres mil versículos, sin rima ni metro prefijados y sin signos de puntuación, salvo exclamaciones e interrogaciones.

Para uno de sus últimos libros, el ensayo “Examen de ingenios”, publicado en 2017, explicó cómo seguía viviendo buena parte del año en la desembocadura del Guadalquivir, frente a Doñana, algo que le reconfortaba frente a lo que ocurría por el mundo, con “todos esos desafueros a cargo de los fanáticos, los sumisos, los gregarios” que no le gustaban.

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2021-05-10T07:00:00.0000000Z

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