Oportunidad para asimilar la transición

Platicando con los abuelos decíamos que, según la “teoría de la continuidad en el envejecimiento”, nuestro paso a la vejez debe ser una prolongación de nuestras experiencias, proyectos y hábitos de vida.

El valor de estas “teorías sobre el envejecimiento” es que a través de ellas podemos conocer la personalidad y comportamiento ante el envejecimiento de muchas personas cuya conducta ha sido observada, estudiada y registrada a través de largos años de investigación.

Por ejemplo, la “teoría de la continuidad” surgió al observar que en la vida de muchas personas mayores no se registraron rupturas radicales ni transiciones bruscas entre los 40 años y al llegar o rebasar los 60.

Lo que sí se observa y registra es que a partir de los 40 comienzan los “cambios constructivos y progresivos del envejecimiento”, que, por una parte, reorganizan y prepararan nuestros órganos y sistemas para la maravillosa etapa de la vejez y, por otra, se regulan dichos cambios para que se den de manera paulatina y gradual, de tal suerte que nadie envejezca de un día para otro.

Por lo anterior descubrimos la bondad de la naturaleza con nosotros, pues nos da un promedio de 20 años para ir asimilando dichos cambios que, en la mayoría de los casos, suelen darse sin producir crisis mayores.

Por lo que podemos hablar, con toda propiedad, de “continuidad y estabilidad” en la transición de ser adulto maduro a ser adulto mayor.